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Hace algunos días cerca de las 11.00 a.m. en medio del tráfico de las Av. Tomás Marsano y la Av. Angamos iba conversando con un buen amigo que mientras manejaba también renegaba, cosa natural de él. Aquel amigo que manejaba y a la vez se quejaba y renegaba de todo lo habido y por haber, maldecía tres mil veces por el calor de la ciudad y porque a sus 60 años aún seguía trabajando él como un perro pues el en su juventud había planeado algo muy diferente. Seguíamos avanzando por la Av. Angamos en Surquillo y mi amigo seguía renegando. Al llegar al cruce de la Av. Angamos y la Av. República de Panamá en medio de todos los carros; corrían y gritaban a toda velocidad los ambulantes denominados cruceristas, vendían todo al compás del semáforo y del afortunado tráfico que jugaba a su favor en medio de todo este pavor comercial pude divisar a una cabecita blanca que caminaba entre los autos parados. Aquella cabecita blanca a su paso lento avanzaba ofreciendo entre sus manos u...